Hacer lo que de verdad te gusta como forma de vida puede ser más difícil que seguir el camino convencional. Esto se debe, principalmente, a una cosa: la disciplina.
La disciplina puede ser impartida de dos formas: externa e internamente.
Cuando se imparte de forma externa, tienes a alguien diciéndote lo que debes hacer y, en caso de no hacer lo que pide, será esa u otra persona quien te impondrá un castigo o penalización de algún tipo. Cuando trabajas para alguien, y no para ti, este es el tipo de disciplina que encontrarás. No requiere ningún tipo de valoración crítica ni reflexión: o haces lo que tienes que hacer o pasará algo malo.
En cambio, cuando me refiero a la disciplina impuesta internamente, hablo de la disciplina que tú te impartes voluntariamente. Para acceder a esta disciplina debes respetarte como persona, confiar en ti y trabajar duro sin conocer las cosas malas que pueden pasar si decides no hacerte caso. Todo humano que trabaje siendo su propio jefe debe saber imponerse disciplina. Eso es lo que diferencia a la gente vaga de la productiva y útil: las ganas de hacer algo por tu bien, no por obligación o porque no haya más remedio.
El proceso de aprender a ser una persona disciplinada hace, sin lugar a dudas, que dedicarte a tus pasiones sea uno de los trabajos más difíciles que hay.